Las hernias discales son uno de los diagnósticos más catastrofistas y que mayor miedo provoca a las personas que las sufren. Básicamente, hace unos años cualquier persona que fuera diagnosticada era susceptible de ser operada para eliminar dicha hernia, sin ser debidamente valorada, sin ser estudiado su entorno bio-psico-social o sin saber el grado de actividad física que realizaba.
Afortunadamente, la ciencia y la evidencia científica avanzan y realizan estudios donde se arroja información objetiva y de calidad. Los últimos estudios sugieren que cada paciente debe ser evaluado individualmente para ver qué situación personal tiene y que el tratamiento conservador de fisioterapia consigue magníficos resultados sin necesidad de acudir al último paso terapéutico: la operación quirúrgica.
Una hernia discal es una lesión del disco vertebral, el cual se encuentra entre dos vértebras. Dicho disco tiene en su centro el núcleo pulposo y rodeándolo externamente las fibras del anillo. Una hernia se produce cuando las fibras del anillo se degeneran, se rompen y el contenido del núcleo pulposo sale al exterior.
Todo podría ocurrir sin que se provocaran molestias, pero normalmente cuando se produce una hernia, ésta oprime a los nervios que salen a los laterales de las vértebras y ocasiona los síntomas típicos:
- Dolor y molestias en la región de la hernia o en otros territorios.
- Falta de movilidad y flexibilidad.
- Pérdida de fuerza y/o reflejos nerviosos.
- Afectación del nervio: hormigueos, calambres, sensación de frío/calor, quemazón, etc.
- Inseguridad y cambios de carácter.
- Problemas de equilibrio y estabilidad.
¿Cómo evitar esta molesta sintomatología? Con un tratamiento de fisioterapia adecuado, una higiene postural correcta, un programa de ejercicio terapéutico específico, una buena educación en el dolor y entendimiento del proceso.